rios de agua viva que corren en el interior del ser humano

JESÚS: LA PROMESA DE RÍOS EN EL INTERIOR

Los ríos son vitales en este mundo. ¿Qué haríamos sin esas fuentes de agua dulce? Los ríos proveen agua para el consumo humano, la agricultura y la industria, generan energía hidroeléctrica, sustentan ecosistemas y biodiversidad al transportar nutrientes y sedimentos, regulan el clima y actúan como corredores naturales.

¿Alguna vez nadaste en un río? Es una sensación verdaderamente refrescante.

¿Alguna vez observaste la vegetación que rodea a un río? Es un verde impactante, que expresa toda la fuerza de la vida en la Tierra.

¿Alguna vez te detuviste a oír la cascada de un río? En medio de tanta velocidad de cada día, hacerlo puede significar un momento de paz y de libertad.

Pues bien, Jesús ofrece proveer ríos de agua para los que creen en Él. Si piensas en lo asombrosos que son los ríos te darás cuenta de que es una promesa maravillosa.

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En Juan 7:37,38 leemos:

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 

Jesús lo gritó entonces y lo sigue haciendo el día de hoy. Él grita extendiendo esa gran invitación a la humanidad: ir a Él y encontrar la verdadera satisfacción espiritual.

¿Aun seguirás buscando los placeres pasajeros de este mundo que siempre nos decepcionan?

Si desmenuzamos un poco estos textos, verás que hay tres verbos, que son absolutamente necesarios para experimentar esos ríos de agua viva en tu interior:

  • En primer lugar, necesitas sentir sed, necesitas saber que necesitas a Cristo.
  • En segundo lugar, debes venir a Cristo con fe y confiar que Él puede llenarte.
  • En tercer lugar, tienes que beber de Él, abrazar a Cristo y seguirlo, tienes que rendirle tu voluntad a la suya.

Cristo te invita y tú debes responder. Su invitación es misericordia para todo el que cree.

Si lo haces, si crees en Él, su Palabra (que siempre se cumple) es que “de tu interior correrán ríos de agua viva”. ¿Lo imaginas? Ríos regando tu alma de manera que se convierta en un lugar lleno de vida, de amor, saludable, con fuerzas que se renuevan, con paz en el corazón. ¿Acaso no es exactamente lo que todos necesitamos?

Esta promesa se complementa con palabras que se encuentran en el Antiguo Testamento:

11 Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. (Isaías 58:11).

Esa es una de esas palabras que Dios habla a nuestro corazón y no podemos dejarla pasar. Debemos atesorarla y aferrarnos a ella.

En el pasaje de Juan, Jesús también enfatiza que toda la escritura siempre habló de Él como única fuente de agua que satisface el alma. Hay muchísimos pasajes en la Biblia donde se hace referencia a ríos y agua, pero en especial en Ezequiel 47 se habla de un río de aguas salutíferas, un río cuyas aguas van creciendo desde las rodillas, pasando por los lomos, hasta llegar a ser aguas muy profundas. Se describe que todo el que nadare por estas aguas, recibirá sanidad y vivirá.

Jesús mismo es la fuente, Él mismo es el agua viva, la escritura profetizó esto de Él.

¿Te sientes en sequía hoy? ¿En un desierto? Eso cambiará, será transformado con la ayuda y el poder del Espíritu de Dios.

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Luego de hacer esa promesa, Jesús aclaró lo siguiente:

39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Él debía primero morir y luego ser resucitado para enviar el Espíritu Santo a morar dentro de cada creyente. Antes de que eso sucediera, no podía morar su Espíritu en nosotros ya que primero debía ocurrir la justificación del perdón de nuestros pecados en la cruz. La gran noticia es que luego de su muerte, Dios envió a este Consolador para que esté con nosotros para siempre (Juan 14: 16).

Entonces, el agua que procede de Jesús simboliza el Espíritu que procede de Él y viene a hacer morada en cada corazón que lo acepta como Señor y Salvador. Jesús pone una fuente dentro de nosotros y nos satisface y bendice a través de su Espíritu.

En Isaías 44:3 podemos entender esta relación directa entre agua y espíritu. Dios dice así:

Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos.

El pecado nos destruye, pero su Espíritu nos aleja del pecado y con él podemos comenzar a vivir y disfrutar de una vida que agrada a Dios. Su Espíritu Santo nos ayuda a caminar cada día en el proceso de ser transformados a la imagen de Jesucristo. Este proceso es la obra que Dios realiza en nosotros. Pablo dice al respecto:

“Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva”. (Filipenses 1:6 NTV).

Esto significa que la obra será completada cuando Cristo regrese, mientras tanto, aún estamos en estos cuerpos que, por supuesto, pueden sufrir enfermedad o muerte o sufrimiento, no estaremos exentos de estas cosas, pero mientras lo esperamos, Dios nos irá limpiando y sanando en nuestro interior hasta que en el futuro la santificación será total.

En Ezequiel 36:25-27 se describe cómo es la obra de Dios en este proceso:

25 Entonces será como si yo hubiera esparcido agua limpia sobre ustedes, porque serán limpios; su inmundicia será lavada, y sus homenajes a los ídolos será cosa del pasado. 26 ¡Y les daré un corazón nuevo, les daré intenciones nuevas y rectas, y pondré un espíritu nuevo en ustedes! ¡Les quitaré sus corazones de piedra, tercos e insensibles, y les daré nuevos corazones, llenos de amor y buenas intenciones! 27 Y pondré mi Espíritu dentro de ustedes para que sigan mis instrucciones y hagan todo cuanto es justo y agradable para mí (NBV).

Esta Palabra nos hace saber que Dios está con nosotros en todo momento y que está trabajando con su Espíritu en nuestra mente y corazón. Él está interesado en que tengamos intenciones buenas y rectas, que tengamos motivaciones que nos lleven a buenas acciones, a ser mejores personas, mejores padres, mejores hijos. Esto afectará cada área de nuestro ser porque vamos a ir aprendiendo a hacer lo que a Dios le agrada. Definitivamente, esa es la vida en Cristo, esos son sus ríos de agua viva que no sólo resultarán de bendición y salud para nuestro ser, sino también para los que nos rodean, porque tendremos mejores relaciones, emociones sanas, seremos libres de toda opresión y podremos compartir esta buena noticia con otros, para que en ellos también haya ríos.

¿Qué tan desierto está tu ser interior? Sólo en Cristo encontrarás la fuente de agua viva que tanto buscas. Sólo Él puede entrar a tu interior y hacer brotar un río que va a regar tu seco corazón. Sólo Él puede transformarlo por completo para que encuentres la verdadera felicidad y paz.

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