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JESÚS: AGUA VIVA

Con frecuencia mi hijo pequeño me mira y me dice de repente: “agua”. Entonces, yo lo miro y le digo: “¿esa es manera de pedir?” Y le enseño: se dice: “¿me podrías dar agua, mamá?”, a lo cual él responde repitiendo esa misma frase. Al día siguiente, la situación también se repite y así cada día.

Hoy, al igual que mi hijo, te miro y te digo: AGUA.

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Nuestro cuerpo la necesita para vivir, y aunque la tomemos, siempre volveremos a tener sed. Aunque se han reportado casos excepcionales de personas que llegan a sobrevivir sin agua hasta doce días, el tiempo promedio de supervivencia es de entre tres y cinco días, nada más.

Dios diseñó así nuestro cuerpo, pero cada vez que bebes agua para satisfacer tu físico, piensa que también necesitas satisfacer el alma. En ella, Dios ha puesto también una necesidad que debe ser saciada. Todos tenemos un vacío dentro de nosotros, algo que necesitamos para experimentar la plenitud de la vida, y como no sabemos cómo llenarlo, intentamos hacerlo con trabajo, con dinero, con personas a las cuales nos aferramos, con drogas, con fama, con cualquier cosa que nos provoque sensaciones placenteras que aparentemente nos podrían llenar y que son efímeras.

Por ejemplo, Salomón, un personaje de la Biblia, intentó saciar la sed de su alma con mujeres, se dice que él que llegó a tener 700 esposas y 300 concubinas. Pero luego de probar con estos placeres, simplemente concluyó: “todo es vanidad”.

¿Por qué nada parece llenarnos? Porque el alma no puede saciarse con lo mismo que satisface el cuerpo.

La Biblia nos dice que Dios puso eternidad en el corazón del hombre (Eclesiastés 3:11). Esto implica algo que va mucho más allá de todo lo terrenal, una parte de nuestro ser que siempre buscará conectar con el Eterno Dios.

Es una sed espiritual que Dios ha colocado en nuestra alma y ninguna otra cosa puede darnos satisfacción.

David lo expresó así:

Pues bien, esa es la cuestión, buscar a Dios.

Dios quiere que busquemos el agua viva de su salvación. Nos invita a todos y cada uno de nosotros:

Todos los que tengan sed,
    vengan a tomar agua.
Y los que no tengan dinero,
    vengan, compren y coman.
Compren vino y leche,
    sin que les cueste nada, gratis.
¿Para qué gastar el dinero
    en lo que no es verdadera comida?
¿Para qué desperdiciar los ingresos
    en lo que no satisface realmente?
Escúchenme con atención,
    así comerán bien y disfrutarán de buena comida.
Escuchen, vengan a mí.
    Oigan para que vivan.
Haré un pacto eterno con ustedes,
    las promesas fieles y bondadosas hechas a David.

(Isaías 55: 1,2,3 PDT).

Para entenderlo mejor, leamos acerca de la conversación de Jesús con una mujer samaritana, junto a un pozo, narrado en el capítulo 4 de Juan, donde él le ofrece el “agua viva” que sacia la sed espiritual.

Lo cierto es que judíos y samaritanos no se trataban entre sí. Sin embrago, el relato indica que a Jesús “le era necesario pasar  por Samaria”, así que Dios mismo había planificado este encuentro, él fue a buscarla. ¿Por qué? ¿Tenía algo especial? Pues no, ella era una mujer que llevaba una vida que provocaba el rechazo de los que la rodeaban; estaba sola, sin otras mujeres que la acompañaran a buscar agua, como era la costumbre; era pobre, no tenía recursos; tenía muchos asuntos sin resolver en su corazón, y Jesús lo sabía, porque él sabe todas las cosas, sabe todo de nosotros. Y aún así la buscó. Aún así nos busca.

La mujer fue a sacar agua en un horario atípico, lo cual podría indicar  que ella probablemente evitaba encontrarse con otros debido a su vergüenza. Jesús, al verla, le dijo “dame de beber”. Jesús mismo le pide de beber del cántaro de ella, dicho de otra manera, él quiere compartir su vaso con una mujer pecadora. Y ella no lo comprende debido a muchas barreras culturales y sociales.

 Jesús contestó:
—Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.

Juan 4:10

En este pasaje Jesús le está diciendo… ¡“si supieras con quién estás hablando”! e inmediatamente le menciona el agua de vida. Pero la mujer está pensando en agua fresca, agua pura de un manantial, agua no estancada, h2o, agua literal.  Y como no logra entenderlo, Jesús está guiándola a comprender, le está guiando a decir las palabras correctas para luego mostrarle su necesidad espiritual.

11 —Pero señor, usted no tiene ni una soga ni un balde—le dijo ella—, y este pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva? 12 Además, ¿se cree usted superior a nuestro antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales?

Ella le dice: “¿de dónde tienes el agua viva?” esa es la pregunta correcta, porque Él es el origen, Él es la fuente y regala esa vida a todo aquel que la pida.

 Jesús contestó:
—Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed,  pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.

Juan 4: 13, 14 .

Estas son las palabras que vos y yo necesitamos escuchar y saber hoy. Sólo en Jesús encontraremos aquello que incansablemente buscamos en lugares incorrectos. La gran noticia es que esa agua está disponible para todos.

 Sin importar quién sos  y sin importar lo que hayas hecho. No necesitas merecerlo. Fijate en esta mujer, ella no tiene nada, ni recursos ni reputación y es que Jesús no necesita nada, es él quien se ofrece con gracia y misericordia, para que dependamos de Él. Es una invitación para todos los que tengamos sed, para todo el mundo: para los marginados como ella y también para los que tienen un buen pasar económico-social como Nicodemo (una conversación narrada en el capítulo 3 de Juan), para alguien religioso o para alguien que se avergüenza de sus acciones. Cristo ofrece su salvación y su vida eterna a cualquier tipo de persona.  No importa quien seas, tu trasfondo, tu grupo étnico, tu pasado, Jesús ofrece su agua a cualquiera que lo reciba, a todos los sedientos.

Él es capaz de satisfacer a cualquier alma.

Jesus no fue a buscar una ciudad completa, fue a buscar un corazón, que por cierto estaba roto  (una mujer con muchos maridos, relaciones fallidas,  historias dolorosas)

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Y Él trabajó su corazón.

Ella entendió quién es Cristo.

Ella se activó y comenzó la tarea de evangelización para compartir esta buena noticia con otros.

¡Vos que estás sediento, aceptá el agua de vida de Cristo! Él te está esperando con los brazos abiertos.

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